Colònia de Sant Jordi - un lugar que se ha desarrollado en silencio, casi como si hubiera querido esconderse durante mucho tiempo. Pero hoy está aquí, justo en el centro de atención de la costa sureste de Mallorca. Y si pasea por los callejones llenos del aroma de los pinos, le costará creer que este pueblo costero era conocido antaño sólo por su sal. Sí, ha oído bien: la sal era un gran negocio aquí antes de que el sol y el mar se hicieran con el protagonismo.
Los comienzos: sal hasta donde alcanza la vista
En el pasado, mucho antes, cuando apenas ningún turista había pisado las costas de Mallorca, aquí todo giraba en torno a la sal. Los romanos ya sabían lo que hacían cuando construyeron las salinas; al fin y al cabo, la sal era el oro de la antigüedad. Los campos de Es Trenc brillaban al sol, los residentes trabajaban duro para extraer el "oro blanco". Sin Instagram, sin tumbonas: sólo montañas de sal, barcos de pesca y el ardiente sol del Mediterráneo.
Pasaron los años y el negocio de la sal se mantuvo, pero la Colònia de Sant Jordi creció lentamente. Era un lugar para los lugareños, los pescadores y los salineros. Pero entonces, como tantas veces en la historia de Mallorca, llegó el turismo - y con él comenzó una nueva etapa.
La década de 1960: el comienzo de la transformación
En la década de 1960, los primeros viajeros curiosos pusieron sus ojos en las playas vírgenes de la zona. Descubrieron Es TrencEsta playa de arena increíblemente larga parece un trozo del Caribe trasplantado al Mediterráneo. El agua cristalina de color azul turquesa y la arena fina y blanca actuaron como un imán. Los primeros hoteles se dispararon y, de repente, la Colònia de Sant Jordi ya no era sólo el lugar de la sal: era el lugar para desconectar.
Pero la transformación se produjo con cuidado. La Colònia de Sant Jordi nunca fue invadida como otros lugares de la isla. Las salinas, los pescadores y un cierto encanto de sencillez permanecieron aquí, incluso cuando el paseo marítimo con sus restaurantes y cafés cobró vida.
Los años 80: naturaleza y turismo en armonía
La década de 1980 aportó una nueva dimensión a la Colònia de Sant Jordi: la naturaleza descubrió su lugar en la historia. Con su proximidad al Parque Nacional de Cabrerauno de los últimos paraísos naturales vírgenes del Mediterráneo, el lugar atrajo cada vez más a amantes de la naturaleza y excursionistas. Venían a experimentar la soledad de las pequeñas islas, a bucear o simplemente a disfrutar de la tranquilidad que deja atrás el ajetreo del continente.
Y mientras el mundo cambiaba, la Colònia de Sant Jordi seguía siendo un lugar que mantenía el equilibrio entre turismo y naturaleza, entre pasado y presente. Las antiguas salinas, que aún brillan bajo el calor del verano, se convirtieron en un punto de referencia, en un testigo silencioso de la historia.
Hoy: Entre el paraíso natural y los sueños de playa
Hoy en día, la Colònia de Sant Jordi es un lugar que tiene muchas caras. El antiguo puerto permanece y los barcos siguen amarrados en las tranquilas aguas, pero ya no sólo salen a pescar. Las playas, ante todo Es Trencatraen a visitantes de todo el mundo en busca de la belleza virgen de esta zona. El Parque Nacional de Cabrera se encuentra a un corto trayecto en barco y ofrece un oasis de tranquilidad que parece un viaje en el tiempo.
Pero a pesar de los nuevos hoteles, los modernos cafés y los torrentes de turistas, la Colònia de Sant Jordi nunca ha olvidado sus raíces. El aroma de la sal sigue en el aire, las antiguas salinas brillan al sol y, si mira de cerca, descubrirá el antiguo pueblo que aún existe bajo la superficie.
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