Cuando llegué a Mallorca hace muchos años, fue la belleza sencilla y sin agitaciones de la isla lo que me cautivó de inmediato. Pequeños pueblos con callejuelas serpenteantes, donde un Fiat Panda dominaba el paisaje callejero, y una vida caracterizada más por la modestia que por los símbolos de estatus. Por aquel entonces, los coches aquí no eran más que fieles compañeros, robustos y fiables para dominar las estrechas serpentinas de la Serra de Tramuntana.
Pero cómo cambian los tiempos. Hoy en día, parece como si los nuevos y adinerados residentes de la isla hubieran desarrollado una inclinación por el lema "cuanto más grande, mejor", tanto en lo que se refiere a sus villas como a sus coches. Ahora hay todoterrenos y Jeeps de gran tamaño aparcados donde antes había un Seat destartalado. Y luego está el viejo todoterreno Defender, que rueda por las carreteras bien asfaltadas de la isla con su aire de aventura y sensación de safari africano, como si el próximo destino fuera una expedición, aunque normalmente sólo sea la cafetería de Palma.
Una nueva escena callejera - y nuevos retos
En el pasado, los pequeños y maniobrables Fiat avanzaban sin esfuerzo por las estrechas curvas de Valldemossa, pero hoy en día enormes todoterrenos se abren paso por las calles como elefantes en un departamento de porcelana. Los callejones que antaño estaban destinados a los carros tirados por burros y a los pequeños velocípedos españoles son ahora el escenario de una carrera diaria de obstáculos, y no sólo para los conductores de estos castillos rodantes. Cuando un jeep o uno de estos todoterrenos de gran tamaño aparca, el resto de la carretera parece quedar temporalmente fuera de combate.
Casi se podría pensar que ha llegado el momento de ofrecer un nuevo curso en las autoescuelas: "Cómo aparcar su depósito en un casco antiguo mallorquín". Para los lugareños, que solían disfrutar del lujo de aparcar gratis, ahora esto significa a menudo maniobrar entre las rejillas de los radiadores que bloquean la visión de la carretera y de la vida. Y mientras los nuevos isleños ruedan sin esfuerzo sobre los baches en sus todoterrenos, nosotros a menudo sólo tenemos que sacudir la cabeza y esperar poder encontrar un hueco.
Grandes coches, grandes retos
Los todoterrenos no sólo han cambiado el panorama de las calles, sino que también han traído consigo nuevos retos. Especialmente en los calurosos meses de verano, cuando el flujo de turistas y las temperaturas suben al mismo tiempo, el espacio en las carreteras se vuelve escaso - y no sólo en sentido figurado. En Palma, donde las plazas de aparcamiento ya escasean, apretujar el vehículo todoterreno más grande en la plaza de aparcamiento más pequeña es casi un deporte popular. Un reto que sólo aceptan los conductores de todoterrenos más curtidos.
Pero no es sólo el espacio lo que se está reduciendo. El medio ambiente también gime bajo el peso de estos pesados vehículos. Mientras el gobierno de la isla persigue ambiciosos objetivos de sostenibilidad, los todoterrenos ruedan por las calles con el potente ruido de sus motores casi a modo de burla, como si dijeran: "¿Sostenibilidad? Todo muy bien, pero necesitamos nuestro espacio".
Un nuevo lujo que deja huella
Mallorca siempre ha sido una isla de contrastes. Pero, ¿quién iba a pensar que estos contrastes un día discurrirían entre todoterrenos y Seat Ibizas? Los todoterrenos y jeeps sobredimensionados de los nuevos isleños no sólo dejan su huella en el asfalto, sino también en el alma de la isla. Simbolizan el cambio que está experimentando Mallorca - y nos recuerdan que este paraíso puede estar perdiendo su inocencia.
¿Y el bueno y viejo Defender, que ya ha servido fielmente al Daktari en los abruptos terrenos africanos? Parece preparado para afrontar cualquier ruta, por muy aventurera que sea, pero su misión se limita a menudo a abrirse paso entre los atascos diarios de Palma, una forma moderna de supervivencia en el desierto urbano.
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