Mallorca, la encantadora isla del Mediterráneo, no ha escatimado esfuerzos en los últimos años para presentarse como un destino vacacional con clase y sofisticado. Vuelos directos desde Nueva York, normas estrictas para la milla de fiesta e incluso la transformación de numerosos hoteles en resorts de lujo - todo ello pretendía garantizar que Mallorca se estableciera como un destino de élite y atrajera a menos visitantes pero más acaudalados huéspedes. Pero el plan, obviamente, no funcionó.
Pedro Homar, director general de Visit Palma, admitió en la feria de turismo WTM de Londres lo que muchos lugareños sospechaban desde hacía tiempo: El giro hacia el lujo no ha frenado el turismo de masas en la isla. "Pensábamos que posicionarnos como un destino más caro reduciría el número de visitantes", explicó, "pero en lugar de eso sólo hemos provocado insatisfacción". ¿Quién lo habría pensado? Es evidente que la gente que ama Mallorca no se deja disuadir fácilmente, y el lujo por sí solo no ahuyenta a nadie.
¿Alta tecnología contra el hacinamiento? Un nuevo enfoque
Así que Mallorca está probando algo nuevo: el control tecnológico de los flujos de visitantes está a punto de cambiar las tornas. A partir de 2025, la isla planea invertir alrededor de 1,2 millones de euros en este empeño. Cámaras en las playas controlarán la capacidad, y los visitantes podrán ser desviados a playas menos frecuentadas en caso de congestión. ¿Y se supone que eso funcionará? En Mallorca, donde el sol hace que los días sean un sueño y las tardes un placer sin fin, probablemente sea difícil domar a un público que prefiere quedarse en la playa donde una vez tomó asiento. Pero merece la pena intentarlo; al fin y al cabo, se trata del equilibrio entre lugareños y visitantes, de la conservación de la naturaleza y de la calidad de vida.
¿Hacia dónde se dirige el viaje?
Pero el verdadero problema persiste: Mallorca lucha contra los inconvenientes de su propio éxito. La avalancha de turistas, que a menudo se convierte en una prueba de resistencia, plantea una cuestión crucial para la isla: ¿cómo conciliar ocio y exclusividad, idilio isleño y turismo? Queda por ver si las nuevas ideas pueden realmente equilibrar el desequilibrio turístico.
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