A pocos kilómetros al oeste de Felanitx, en medio de la pintoresca campiña mallorquina, se esconde un tesoro culinario que sorprende incluso a los entendidos: la granja de caracoles Caragols Son Pou. Aquí, la familia Sbert cría una de las últimas poblaciones de caracoles de viña de las Baleares, una tradición que continúa con pasión a pesar de los retos económicos.
Biel Sbert, el cabeza de familia, habla a la revista isla de las dificultades de la cría de caracoles, que se caracteriza por la elevada mano de obra y la escasa rentabilidad. Pero a pesar de estos retos, el negocio está prosperando, no sólo criando caracoles sino también organizando degustaciones en un comedor rústico.
La granja, que Biel fundó con su familia en 2006, se extiende a lo largo de 17.900 metros de pasillos, regados artificialmente y mantenidos con esmero para crear unas condiciones de vida óptimas para los caracoles. Los animales, que tienen enemigos naturales como los depredadores y las aves, encuentran aquí un refugio seguro.
Sin embargo, el cambio climático plantea un reto adicional. Biel Sbert explica cómo la sequía y el calor afectan a los sensibles caracoles, razón por la que se les introduce en una cámara frigorífica durante los meses más calurosos. Esta medida de precaución protege a los caracoles de las temperaturas extremas a las que, de otro modo, no sobrevivirían.
Una parte esencial del negocio es la preparación de los caracoles para su procesamiento culinario. María Sbert, una de las hijas, se encarga de limpiar cuidadosamente los animales, una tarea que requiere paciencia y habilidad. Su madre Margarita y su hermana Marga se encargan de la cocina, añadiendo un toque moderno a las recetas tradicionales.
La familia Sbert ofrece tres platos diferentes de caracoles, desde versiones simplemente sazonadas y cocinadas en horno de leña hasta ricas salsas boloñesas. La carne de los caracoles siempre se describe como tierna y rica en proteínas, similar en ternura al entrecot, pero sin un fuerte sabor propio, por lo que se refina con diversas especias.
Además de criar y preparar caracoles, la familia también participa en actividades culturales y ofrece a sus huéspedes una auténtica experiencia mallorquina. El éxito de Caragols Son Pou y el entusiasmo de sus visitantes demuestran que el amor y la dedicación de la familia Sbert contribuyen a preservar este patrimonio culinario único.
Esta experiencia gustativa sin igual atrae no sólo a los lugareños, sino también a los turistas en busca de auténticas experiencias culinarias. Caragols Son Pou es, por tanto, un ejemplo vivo de cómo la artesanía tradicional y la cocina local se conservan y celebran en Mallorca.
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